26 jul 2013

Traicion (adap) cap 13

▣ Chapter: 12


La conversación con Benjamin logró abrir la caja de Pandora de los problemas que había padecido Mariana durante toda su vida; eso fue lo que descubrió durante las siguientes semanas. Problemas de los que se había olvidado desde que era niña, sin que nunca más volviera a tener noticia alguna de su existencia.

Y fue enfrentándose con ellos uno a uno, volviéndolos a guardar en su caja cuando la confrontación le resultaba demasiado dolorosa. Pero la tapa ya estaba abierta y tenía que recordar que ya había sonado la hora de la verdad... por mucho que le pesara.


SEGUI LEYENDO...

William le había dicho eso mismo cuando la llamó un par de días atrás, a su vuelta de Oriente Medio. Ella le había dejado un mensaje en el contestador explicándole el motivo de su traslado, junto con su nuevo número de teléfono.

Mariana estaba bañádose la mañana en que telefoneó William, y a punto estuvo de caerse de la silla mientras desayunaba en la cocina cuando Benjamin le informó con forzada naturalidad:

-Oh, por cierto, Howard llamó antes preguntando por ti. Vendrá más tarde a tomar una taza de café. Pensé que te gustaría verlo; ¿no te importa, verdad?

-¿Howard va a venir aquí? -Mariana lo había mirado asombrada-. ¿A esta casa?

-¿Qué es lo que tiene de malo? -preguntó Benjamin con tono

-Nada, por supuesto; es sólo que... -Mariana no sabía qué decirle-. ¿A ti no te importa?

-¿Debería importarme?

-Bueno, ya sabes lo que quiero decir. Antes estabas convencido de que éramos más que amigos...

-Mariana, si yo siguiera pensando eso no permitiría que Howard se acercara ni a un kilómetro de ti. Por el contrario, estoy satisfecho de que vuestra relación sea meramente platónica -arqueó una ceja al advertir su expresión confundida.

-¿Y no te importa que William...? -de repente Mariana se dio cuenta de que iba a decir una estupidez, y se interrumpió ruborizada.

-¿Te ame? -terminó Benjamin por ella y se echó hacia atrás en su silla, mirándola con ojos entrecerrados-. ¿Qué piensas tú, Mariana? -le preguntó con tono suave-. ¿Crees que me importa?

-No lo sé -tampoco sabía cómo conducirse en aquella conversación, y eso la molestaba profundamente.

-William es una rareza en un mundo como el de hoy -pronunció Benjamin con tono pensativo-. Es un hombre honrado, con un fuerte sentido del honor. ¿Eso lo sabías, no?

-Por supuesto que lo sabía -le espetó Mariana, ofendida por su insinuación-. Simplemente me sorprende que tú lo reconozcas.

-Nunca dejo que los prejuicios me ofusquen el juicio. Ya deberías saberlo, a estas alturas.

-Fue tu buen juicio lo que te hizo reconocer desde el principio las magníficas cualidades de William, ¿verdad? -replicó irritada.

-Más o menos. Por supuesto, influyó mucho una entrevista que tuve con él, cuando salimos a tomar una copa juntos.

-¿Te has entrevistado con William? -le preguntó Mariana, asombrada. Aquello no le gustaba nada en absoluto.

-Ajá -Benjamin parecía muy satisfecho con su reacción.

-¿Por qué? ¿Por qué has hecho eso?

-Porque eres mi esposa, Mariana, y llevas en tus entrañas un hijo mío.

-Eso no es una respuesta -repuso con tono beligerante-. Lo sabes tan bien como yo.

-¿Eso crees? -sonrió Benjamin-. Yo pensaba que sí. William Howard se preocupa por ti, te tiene en gran estima... Y eso está bien... mientras tenga presente cuál es su lugar.

-¿Y ahora te parece que ya sabe cuál es su lugar? -le preguntó Mariana, furiosa ante su arrogancia.

-Oh, estoy completamente seguro de ello - asintió lentamente, mirándola con frialdad.

-Pues qué bien -Mariana no sabía por qué estaba tan enfadada, pero estaba necesitando de todo el poder de su voluntad para no lanzarle el café a la cara-. Así que ahora os habéis hecho amigos, ¿eh?

-No, no somos amigos, Lali -repuso Benjamin con tono enigmático, mirándola sin expresión-, y a ti todavía te queda muchísimo que aprender sobre los hombres. Aquello puso punto final a la conversación.

William llevaba un brazo en cabestrillo cuando llegó aquella misma mañana: consecuencia de haberse expuesto demasiado en su última misión, según le contó a Mariana con una sonrisa irónica.

-Bueno, Marianita, ¿cómo te va?

-Bien -sonrió Mariana, aunque sabía que nunca había sido capaz de engañar a su amigo-. Benjamin te envía saludos; ahora mismo está trabajando y...

-Tu mensaje decía que te habías trasladado aquí sólo hasta que naciera el bebé, ¿verdad? ¿Sigues sin haber resuelto tus problemas con Benjamin? -le preguntó con tono cuidadoso.

-No, sí... oh -lo miró con expresión desola¬da-. Esto es un lío, William. No creo que Benjamin me esté engañando, pero...

-Bien -William se echó hacia atrás en su silla y le sonrió-. Cuéntaselo todo al tío William.

Y Mariana le relató palabra por palabra su última discusión con Benjamin, sin mencionarle que habían estado haciendo el amor: aquello era demasiado precioso para compartirlo con nadie.

-No puedes eludir el problema por más tiempo, Marianita -le dijo William con tono muy serio, cuando terminó-. Ese tipo te ama, y tú lo amas a él, y llevas en tu vientre un hijo suyo. Tienes que tomar una decisión; se lo debes a los dos.

Benjamin y William eran más parecidos de lo que había pensado en un principio, se dijo Mariana, irónica.

-Tienes que ahuyentar esos miedos antes de que te amarguen la vida -continuaba diciéndole su amigo-. ¿Es que no te das cuenta? Haz lo que sea, recurre a ayuda profesional, pero saca todo eso a la luz. Luego, cuando te hayas enfrentado a lo peor, podrás decidir lo que quieres hacer. Y será una decisión completamente tuya porque te habrás conocido a ti misma, algo que todavía no has conseguido.

Era un buen consejo y Mariana lo sabía. Estuvieron hablando durante algún tiempo más antes de que Benjamin volviera a casa para comer. Los dos hombres se trataron con cierta distancia pero sin antipatía alguna, aunque William se marchó casi de inmediato.

-¿Me llamarás para informarme del gran acontecimiento? -le preguntó William a Benjamin antes de subir al taxi; ante su respuesta afirmativa, respondió-: Gracias -y después de lanzar una última mirada a Mariana, se marchó.

Viendo cómo se alejaba el taxi, Mariana se sintió más sola que nunca. Y durante los días siguientes había seguido luchando consigo misma. El bebé la había ayudado. Los fantasmas de miedo y de rechazo que antes la habían torturado se estaban convirtiendo en una sólida autoestima y autoconfianza... por obra de ese alguien que tanto iba a depender de ella.
Y Benjamin también la estaba ayudando.

Al día siguiente de su catastrófica discusión no había sabido qué esperar de él, pero Benjamin se había metamorfoseado en un compañero encantador aunque algo distante, que la trataba como lo hubiera hecho un viejo amigo de toda la vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Lo Mas Leido